Don José María predicará en el segundo triduo de Mª Auxiliadora.
martes, 17 de mayo de 2016
0 Comentarios
<< En María encontramos, sobre todo,
una Madre, que es causa de nuestra alegría,
puerta del cielo, salud de los enfermos,...
refugio de los pecadores, consuelo de los
afligidos, auxilio de los cristianos. >>
una Madre, que es causa de nuestra alegría,
puerta del cielo, salud de los enfermos,...
refugio de los pecadores, consuelo de los
afligidos, auxilio de los cristianos. >>
Don José María González es el Párroco de Santa Catalina, y nos alegra enormemente poder contar con él para nuestro segundo triduo en honor a las Fiestas de María Auxiliadora 2016 y que comienza mañana miércoles.
Tendremos una oportunidad maravillosa de poder "empaparnos de él" y aprender mucho sobre su amor Mariano.
Gracias Don José María, por dedicar su tiempo a la Familia Salesiana de Pozoblanco.
Como anticipo de su triduo, nos ha dejado en la revista de Adma estas palabras:
En pleno mes de mayo, mes consagrado de manera especial por los cristianos a la Santísima Virgen María, nos disponemos a celebrar las fiestas en honor a María Auxiliadora, advocación tan querida y venerada en Pozoblanco. Es para mí un motivo de orgullo el dirigiros unas palabras en esta revista y un honor el participar, durante unos días, en la solemne novena a la Virgen.
La misión de María en la historia de la salvación no fue un momento puntual, un único sí a Dios para ser la Madre de nuestro Redentor. Jesucristo quiso que la misión de su Madre se prolongara a lo largo de toda la historia de los hombres, por eso quiso entregárnosla como Madre. Con toda razón la llamamos Madre de Dios y Madre nuestra. En María no sólo encontramos el modelo de la que es la primera cristiana, la que estuvo estrechamente unida a la obra de la redención, la que es modelo de unión con Dios, de fe firme, de caridad solícita.
También en María encontramos, sobre todo, una Madre, que es causa de nuestra alegría, puerta del cielo, salud de los enfermos, refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, auxilio de los cristianos. No puede faltar en un cristiano el amor tierno a la María Santísima; ese amor que se manifiesta en la súplica confiada, en la esperanza cierta de su presencia y de su protección, en la oración agradecida a tantos favores recibidos.
El amor a la Virgen es también uno de los cauces más seguros de la evangelización. Hacer presente a María, ayudar a otros para que sientan su presencia viva y maternal, es una de las mejores maneras para hacer que otros descubran y vivan el gran deseo de la Virgen, que no es otro que llevarlos hasta Dios. Por lo tanto, no sólo miremos a María como modelo para nuestra vida cristiana, ni para alcanzar de ella los favores que necesitamos, seamos apóstoles del amor a la Santísima Virgen, porque así haremos que muchos por su medio se puedan acercar a Jesucristo y puedan descubrir en sus vidas en amor de Dios.
El Papa Francisco, al final de la bula “El rostro de misericordia”, en la que nos convocaba a todos los cristianos a vivir este año de la misericordia, nos pedía que dirigiéramos nuestra mirada a la Santísima Virgen María, a la que invocamos en la Salve como Reina y Madre de Misericordia, pidiéndole que nunca se canse de volver hacia nosotros sus ojos misericordiosos y así nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesucristo.
Acudamos a María. Que la dulzura de su mirada nos acompañe siempre, para así poder redescubrir cada día la alegría de la ternura de Dios.
La misión de María en la historia de la salvación no fue un momento puntual, un único sí a Dios para ser la Madre de nuestro Redentor. Jesucristo quiso que la misión de su Madre se prolongara a lo largo de toda la historia de los hombres, por eso quiso entregárnosla como Madre. Con toda razón la llamamos Madre de Dios y Madre nuestra. En María no sólo encontramos el modelo de la que es la primera cristiana, la que estuvo estrechamente unida a la obra de la redención, la que es modelo de unión con Dios, de fe firme, de caridad solícita.
También en María encontramos, sobre todo, una Madre, que es causa de nuestra alegría, puerta del cielo, salud de los enfermos, refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, auxilio de los cristianos. No puede faltar en un cristiano el amor tierno a la María Santísima; ese amor que se manifiesta en la súplica confiada, en la esperanza cierta de su presencia y de su protección, en la oración agradecida a tantos favores recibidos.
El amor a la Virgen es también uno de los cauces más seguros de la evangelización. Hacer presente a María, ayudar a otros para que sientan su presencia viva y maternal, es una de las mejores maneras para hacer que otros descubran y vivan el gran deseo de la Virgen, que no es otro que llevarlos hasta Dios. Por lo tanto, no sólo miremos a María como modelo para nuestra vida cristiana, ni para alcanzar de ella los favores que necesitamos, seamos apóstoles del amor a la Santísima Virgen, porque así haremos que muchos por su medio se puedan acercar a Jesucristo y puedan descubrir en sus vidas en amor de Dios.
El Papa Francisco, al final de la bula “El rostro de misericordia”, en la que nos convocaba a todos los cristianos a vivir este año de la misericordia, nos pedía que dirigiéramos nuestra mirada a la Santísima Virgen María, a la que invocamos en la Salve como Reina y Madre de Misericordia, pidiéndole que nunca se canse de volver hacia nosotros sus ojos misericordiosos y así nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesucristo.
Acudamos a María. Que la dulzura de su mirada nos acompañe siempre, para así poder redescubrir cada día la alegría de la ternura de Dios.
Etiquetas:
Noticias
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)